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Analogía del iceberg para entender el comportamiento desafiante

31 Jan 2020 12:27 PM | Positive Discipline Association

Por: Carla Herrera. Entrenadora de Disciplina Positiva. 

La Psicología Adleriana, fundamentos en los cuales se basa el programa de Disciplina Positiva, nos dice que desde que nacemos todos necesitamos sentir que pertenecemos, que somos amados y valorados por las demás personas que conforman nuestros grupos sociales. Cuando creamos esa conexión con los otros, y además nos sentimos útiles para esa comunidad, naturalmente tendemos a comportarnos cooperadores y respetuosos. Nos ayudamos unos a otros, aportamos nuestras ideas y nos comunicamos mejor porque nos sentimos parte de ese grupo social.

Pero cuando esa necesidad vital de pertenecer no está cubierta, empezamos a experimentar vacíos emocionales que nos hacen sentir inseguros, aislados, amargados, tristes, vengativos, rechazados, etc. Estas emociones y pensamientos (sin ser conscientes de ello), nos llevan a niños y adultos a comportarnos de manera desafiante, retadora y hasta violenta. Estos comportamientos, en Disciplina Positiva son llamados “metas erradas”, porque buscan pertenencia de una manera errónea. Bajo la conducta inadecuada, se esconde la verdadera necesidad: Que nos vean, que nos perciban, que nos quieran.

La "Analogía del iceberg", nos ayuda a entender de una manera clara lo que sucede con la conducta de niños y adultos. La conducta inadecuada o “mala conducta”, está representada por la punta del iceberg que es lo primero que vemos. Pero debajo del mar, yace oculta la gran masa de hielo que representa la necesidad de conexión y pertenencia que todas las personas tenemos. Por lo tanto, cuando un padre o maestro quiere corregir una conducta inadecuada, lo primero que debe hacer es satisfacer la necesidad escondida que dispara el mal comportamiento.

A lo largo de la historia, con la finalidad de detener la mala conducta, se han usado métodos de control punitivos (violentos) tales como castigos, gritos, sermones, golpes, premios, retiro de privilegios, amenazas, etc. Todas estas herramientas cumplen su cometido y detienen la conducta sin lugar a dudas, pero no la modifican a largo plazo y, lo más importante, no enseñan las habilidades socio-emocionales necesarias para forjar una sana autoestima. Tampoco desarrollan recursos para afrontar los desafíos de la vida ni la resiliencia. Niños y adolescentes dejan de hacer lo que hacen porque tienen miedo a las represalias y los castigos que les imponen los adultos en ese momento, pero pasados unos días la conducta reincide y el ciclo del mal comportamiento vuelve a iniciar al no sentirse respetados, amados ni tomados en cuenta.

Una forma simple de entender el origen del comportamiento inadeacuado es la siguiente: No se puede arreglar algo hasta que se encuentra el origen del problema. Claramente siempre se podrá parchar, pero eso es “arreglar a medias” porque al cabo de un tiempo se volverá a romper. Cuando estamos hablando de la educación y crianza, debemos ser conscientes de que estamos moldeando cerebros y por tanto nos toca preguntarnos: ¿qué me quiere decir este niño o adolescente a través de su comportamiento desafiante?, ¿qué le hace falta de mí? ¿será que no le hago caso?, ¿será que me la paso dándoles órdenes?, ¿será que no le digo seguido cuan valioso e importante es para mí?, ¿será que no le reconozco ni un logro y sólo noto sus errores?, ¿será que no dedico tiempo para escuchar sus aventuras e historias?, o talvez que ¿no juego ni conecto lo sufiente? ¿será que no sabe que lo amo con locura?

La manera para mejorar el comportamiento que propone Disciplina Positiva es la conexión. “Conexión antes que corrección”, porque una vez que entendemos que la mala conducta proviene de una necesidad insatisfecha oculta debajo, emprendemos el camino de conexión como la manera de vincularnos con el otro y comprender qué le pasa y qué necesita para luego enfocarnos en la solución del problema.

La frase del poeta Robert Louis Stevenson: “Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite”, hace match con nuestra ideología. El niño que muestra un comportamiento retador, es “difícil de querer”, su conducta aleja en lugar de atraer. Sin embargo, la gran tarea que tenemos los seres humanos es trabajar para sensibilizar la mirada y darnos cuenta que ese niño o adolescente lo que más necesita es amor y atención. No miremos solamente el comportamiento, miremos la necesidad insatifecha que lo impulsa y proporcionemos las herramientas que el niño necesita para modificarlo.

¿Qué necesitan nuestros niños y adolescentes?

¡Lo que necesitamos todos! Amor, protección, tiempo de calidad, límites, motivación, ser escuchados, reirnos, cariño, conversaciones, responsabilidades, objetivos, metas, guía, empuje, aliento, alegría, pero, sobre todo: SENTIRNOS AMADOS, RECONOCIDOS Y VALORADOS.

Cuando los adultos hacemos conscientes estas necesidades, entonces estamos listos para empezar a conectar con ellos sabiendo que el error es parte del camino de ser padres o maestros. Cuando niños y adolescentes ven nuestro esfuerzo para mejorar como educadores, poco a poco su comportamiento empieza a ser cooperativo y respetuoso al sentirse respetados primero.

Por último, recordemos que el comportamiento desafiante puede tener muchos orígenes, sin embargo, la primera puerta que debemos abrir para empezar a buscar soluciones que nos unan en lugar de que nos alejen, es la conexión.

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