Por: Macarena Soto Rueda. Entrenadora certificada de Disciplina Positiva.
El sentimiento de pertenencia es el gran motor en torno al que gira la Disciplina Positiva. Este concepto de pertenencia está estrechamente relacionado con el instinto gregario que estudiamos en neurosicoeducación. Somos seres sociales, y este concepto que puede parecer muy teórico, incluso poético, es muy significativo para poder entender nuestros comportamientos y el de los demás. El sentirnos importantes en los distintos contextos en los que nos movemos, el saber que aportamos y que somos útiles, puede convertirse en la brújula que nos guíe en nuestras conexiones con los distintos entornos.
En este sentido, y en relación con la pertenencia, la importancia que damos en Disciplina Positiva a la lógica privada adquiere gran relevancia en investigaciones actuales, en las que se nos invita a reflexionar sobre los comportamientos poco cooperativos, que, sin embargo, pueden llegar a convertirse en comportamientos útiles a nivel social. Es decir, que esas acciones y actitudes que observamos y que pueden ser perjudiciales para la otra persona y para su entorno, podrían ser el modo en que ha aprendido a tener atención y a sentir que se le tiene en cuenta.
Al igual que sugerimos desde el enfoque de la Disciplina Positiva, investigadores actuales nos invitan, a las personas adultas que acompañamos a la infancia y a la juventud, a redirigir comportamientos, a fin de que un comportamiento poco útil no se convierta en acciones socialmente necesarias. En este sentido, “redirigir” es elemento clave, ya que, como se sabe hoy en día, donde fijamos la atención, se construye el aprendizaje consciente.
Me gusta invitar a imaginar un contexto donde la seguridad, la pertenencia y la motivación son los pilares que sustentan el clima emocional. Estos tres pilares están relacionados, interconectados entre sí. Imaginemos estar en un grupo de trabajo, en un aula, en la familia, con un grupo de amigas y amigos…e imaginemos que sentimos que no formamos parte de ese grupo, que no se nos tiene en cuenta, que percibimos rechazo. Si esto sucediese, por ejemplo, en el aula, podría ser muy complicado mantener la atención en los contenidos académicos que se están trabajando, nuestro deseo de participación y colaboración podrían verse afectados, y nuestra motivación podría disminuir. ¿Por qué? Porque, volviendo a lo escrito en los primeros párrafos, somos seres sociales, y como tales, cuando perdemos la pertenencia, es muy probable que aparezca la inseguridad, y la falta de pertenencia unida a la falta de seguridad pueden llevarnos a la pérdida de la motivación.
El investigador Matthew Lieberman apunta que el dolor emocional nos puede producir dolor físico, y puede llegar a disminuir las capacidades cognitivas y ejecutivas de la persona.
Una de las áreas que interviene en el proceso de atención ejecutiva es la corteza cingulada anterior, responsable también de avisarnos cuando tenemos un dolor físico, y curiosamente, esta área también interviene cuando sentimos dolor emocional.
Volvamos a imaginar que estamos en el aula, y en esta ocasión imaginemos que nos duele mucho una muela; por mucho que nos interese el contenido de lo que estamos trabajando, lo más probable es que nuestra atención hacia el aprendizaje académico disminuya o se anule en ese momento, ya que estamos recibiendo un estímulo que es mucho más importante para nuestra supervivencia, y es el dolor de muelas. Pues bien, cuando perdemos la pertenencia, cuando sentimos que no formamos parte de ese grupo, aparece el dolor social, por lo que nuestra atención, al igual que con el dolor físico, también puede verse alterada, ya que como acabamos de comentar, dolor emocional, físico y atención ejecutiva comparten la corteza cingulada anterior.
La atención, junto a la sensopercepción, memoria, motivación y emoción, constituye parte de los dispositivos básicos del aprendizaje, lo que implica, que deben formar parte de todo proceso de aprendizaje para que éste pueda interiorizarse.
Sin embargo, como acabamos de ver, la atención se ve alterada por factores físicos y emocionales, lo que podría indicar, y tras más de siete años aprendiendo junto a familias y docentes, he podido observar, que centrarnos en aspectos meramente académicos sin tener en cuenta los pilares socioemocionales, podría repercutir de manera negativa en los procesos de aprendizaje.
Y es por ello, que os invito a reflexionar sobre la importancia de que la seguridad, la pertenencia y la motivación formen parte significativa de los distintos contextos en los que nos desenvolvemos, a fin de conectar con nuestra propia naturaleza social, así como con la de aquellas personas con las que nos relacionamos.